Alí Mohamed pesca en Hodeida desde que es niño. Ahora, por primera vez, no gana para alimentar a sus ocho hijos en esta ciudad yemení a orillas del mar Rojo azotada por la guerra.
En un muelle del puerto, Alí Mohamed saca de las redes los pocos peces que pescó y se queja de los horrores de la guerra que destruye su país desde hace más de tres años.
La falta de clientes y el miedo a morir en el mar es su realidad diaria.
El sector pesquero desempeña un papel esencial en la economía local. En Hodeida y sus alrededores había 10.000 pescadores antes de la contienda bélica, según un estudio del Banco Mundial.
«Tenemos mucho miedo de ir al mar, tanto que nos despedimos de nuestros hijos cada vez que salimos de casa porque no sabemos si volveremos», afirma el pescador.
El lugar donde trabaja Alí Mohamed se halla a solo un kilómetro de la línea del frente.
Los rebeldes hutíes, apoyados por Irán, controlan Hodeida desde 2014 y la defienden de las tropas progubernamentales que intentan expulsarlos de la zona.
«Nunca volvieron»
Las fuerzas progubernamentales, apoyadas por una coalición militar encabezada por Arabia Saudita, suspendieron, bajo presión internacional, su ofensiva contra la ciudad, esencialmente para el transporte de ayuda humanitaria.
La coalición anti rebelde impide a los pescadores alejarse de la costa porque, según ella, podrían obstaculizar la vigilancia de los buques que se dirigen a Hodeida. Y es que sospecha que Irán entrega armas a los insurgentes por mar.
«Podemos recibir un tiro sin saber de dónde viene. Hay pescadores desaparecidos (…) Salieron al mar y nunca volvieron», cuenta Alí Mohamed.
En el mercado el pescado brilla por su ausencia.
«Antes había mucho más pescado porque podíamos alejarnos más», cuenta Mohamed Salem Adwuin, otro pescador.
«Actualmente no pasamos de las 20 a 25 millas, y estamos aterrorizados. Antes íbamos hasta las 50 o 60 millas, a veces hasta las 100 millas». «Cuanto más dura la guerra más afecta a los pescadores», se queja.
Según el Comité Internacional de la Cruz Roja, al menos 55 civiles murieron y 170 resultaron heridos el pasado mes de agosto en ataques a un hospital y al mercado de pescado de Hodeida.
Las dos partes niegan ser responsables de estos ataques. Las paredes del mercado dan fe del impacto de obuses.
«Ni siquiera arroz»
Pese a la violencia, un barco anclado en el puerto pesquero lleva escrito un mensaje de esperanza: «El creyente es como una hoja verde que la tormenta no puede arrastrar».
Los habitantes de Hodeida se aferran a la pequeña esperanza de que las armas callen para siempre si, bajo los auspicios de la ONU, se celebran negociaciones de paz en Suecia antes de fin de año.
Entre tanto temen que la ciudad acabe completamente asediada.
Según la ONU, 14 millones de yemeníes se encuentran en una situación de prehambruna y el cierre del puerto de Hodeida agravaría la crisis humanitaria.
Pese a la guerra, en la que murieron 10.000 personas, Alí Mohamed no piensa cambiar de oficio.
«¿A dónde iría a buscar trabajo?», se pregunta. «La gente está cansada, estoy cansado. Juro ante Dios que ni siquiera tengo arroz en casa».
Tor al Amer, un obrero del puerto pesquero, afirma que muchos pescadores se quejan de ser blancos en el mar. «Cualquier pescador morirá de hambre si se queda en casa pero si sale puede ser blanco de un ataque en el mar», resume.
AFP