Proclamar la República para avanzar
La Segunda República la proclamó el pueblo, no hizo falta un referéndum porque el pueblo unido lo puede cambiar todo en un momento.
Tras unas elecciones nunicipales el rey Alfonso XIII se vio obligado a huir del país, algo muy común en los Borbones, con los bolsillos llenos y sin honor.
Por André Abeledo Fernández
Ningún partido que se defina como republicano puede defender a la monarquía como sistema político y menos aún una monarquía herencia del franquismo y tan poco ejemplar como poco útil y nada fiable.
No se puede ser de izquierdas y defender que el pueblo pueda ser una herencia familiar y la jefatura del Estado un derecho de sangre.
La monarquía nacida de la transición fue una imposición del fascismo, era un todo o nada, se metió todo en un paquete para hacer que el pueblo español tuviese que tragarse el sapo, porque sabían que en un referéndum claro ganaría la República, algo que también pasaría a día de hoy.
Estoy muy orgulloso de mis orígenes, de ser humilde, hijo y nieto de clase trabajadora, de pertenecer a la clase obrera consciente.
Parafraseando a ese gran comunista y poeta que fue Miguel Hernández, que terminó su luminosa vida un mes de marzo de hace 74 años en una cárcel fascista, “Jamás renunciaremos ni al más viejo de nuestros sueños”.
“Quien olvida su historia está condenado a repetirla”, esto lo dijo Marco Tulio Cicerón, en el 106 AC, y es una gran verdad, necesitamos de Memoria Histórica.
Porque la mal llamada Guerra Civil no fue una guerra al uso, fue un golpe de estado perpetrado por militares traidores a las órdenes de la oligarquía que defendía sus privilegios, un golpe de Estado contra un gobierno legítimo y refrendado en las urnas, un golpe de estado cobarde que provocó una guerra brutal, los fascistas del mal llamado bando Nacional contaron con la inestimable ayuda del fascista Benito Mussolini y del NAZISMO de Adolf Hitler que, trajeron también a le “Guardia Mora”, y a todos ellos el fascismo español les abrió las portas para una orgía de sangre, para matar a su propio pueblo, en el estado español se cometió un verdadero genocidio ideológico, las fosas comunes siguen llenas da semilla de un pueblo que se quería libre.
Me viene ahora a la cabeza aquel dibujo de Castelao, “No entierran cadáveres entierran semilla.”
Algunos dicen que cuando hablamos de memoria, justicia y reparación, reabren heridas, pero ¿cómo vamos a reabrir heridas que nunca fueron cerradas?, ¿cómo perdonar cuando nunca se pidió perdón?, a nadie se le ocurre en Alemania hablar de que olvidar el holocausto, porque negarlo es un delito.
La Constitución de la Segunda República plasmó el principio de igualdad de los españoles ante a ley, al proclamar España como “una república de trabajadores de toda clase que se organiza en régimen de Libertad y de Justicia”, el principio de soberanía popular, establece el sufragio universal para hombres y mujeres mayores de 23 años.
En economía la propiedad privada quedó sujeta a los intereses da economía nacional, se constituye un “Estado integral, compatible con la autonomía de los municipios y las regiones”, el principio de laicidad “el Estado, las regiones, las provincias y los municipios, no mantendrán, favorecerán, ni auxiliarán económicamente a las Iglesias, asociaciones e instituciones religiosas”, además se reconoció el matrimonio civil y el divorcio así como la enseñanza primaria laica, gratuita y obligatoria, y se reconoce la libertad de cátedra.
La II República promovió el avance en la transformación de nuestra sociedad, en la defensa de las libertades individuales y colectivas, y en la consecución de la justicia social.
Este sistema democrático terminó con la derrota en la Guerra Civil para dar paso a más de 40 años de franquismo, de represión y de retrocesos.
Cuando hablamos de proclamar la III República y recuperar el espíritu de la II República, lo hacemos porque aquella República de la esperanza suponía un gran paso adelante para la clase trabajadora, para las mujeres y para los pueblos del Estado español.

André Abeledo