EDITORIAL.- ¿Cuál es la prisa?
La celeridad con que nos obligan a trabajar es antinatural; nada tiene que ver con el ritmo de vida de las especies y su interacción con el planeta.
Los capitalistas, nos chupan la sangre, nos pisotean el espíritu, destruyen las vocaciones artísticas, científicas, deportivas… y nos estropean la imaginación. Destruyen nuestro presente y nos han robado el futuro.
A través de las Sociedades Anónimas y sus artilugios financieros y comerciales, mantienen en servidumbre a la clase trabajadora; y se han apropiado de los partidos políticos y de los gobiernos que, con esperanza renovada, los pueblos eligen.
Controlan a través del cabildeo toda la institucionalidad pública; mientras funcionarios y jueces autorizan la expulsión violenta de la población que se resiste a abandonar sus territorios ancestrales; adquiridos por esas anónimas corporaciones que, con sus prácticas de extracción y saqueo, contaminan las aguas, destruyen los ecosistemas; y obligan a la mayor parte de la población a sentirse culpable por la pobreza a la que se le condena.
Con sus mil y una formas de encantamiento publicitario, despiertan la codicia y los demás comportamientos egoístas en la mayoría. Sometidos, pues, al imperio de la uniformidad mediática, los que acceden al empleo, son obligados a vivir endeudados de por vida.
El futuro de seguir bajo este sistema económico que nos imponen es la de una mayor y despiadada esclavitud por deudas.
Por todo lo anterior es necesario decir basta y concertar, entre los pueblos de todos los continentes del planeta, otro orden productivo-comercial que sea congruente con tantas y tantas declaraciones de derechos humanos que diariamente son pisoteadas por esas oligarquías locales y regionales.
Con las maquinarias, las tecnologías y el nivel de inteligencia artificial alcanzado (producto del conocimiento y el trabajo colectivos) es inhumano que no haya pleno empleo; es cínico que se opongan a la reducción de la semana laboral; igualmente, es insensato que se someta a niños y jóvenes a extensas jornadas de estudio, quitándoles sus genuinos derechos al juego y el entretenimiento, tan necesarios para su salud emocional.
Es urgente que podamos disfrutar de nuestro nuestro presente y asegurar nuestro futuro sin emboscadas ni atracos de deudas y sobrecarga laboral e incumplimientos de jubilaciones por quiebra programada de aseguradoras y Estados.
Con mayor participación ciudadana y planificación colectiva, podemos sacudirnos el yugo que nos ha impuesto a través de sus testaferros intelectuales y sus Jefes policiales y militares mercenarios.
Es urgente dejar de producir miles de objetos innecesarios que contaminan los ecosistemas.
Y está claro que esto no es posible realizarlo bajo el catecismo capitalista. Para que podamos forjar nuevas prácticas de producción y comercio que fortalezcan lo público sin aplastar las vocaciones e iniciativas individuales que benefician el bien común, proponemos la discusión y adopción de un Nuevo Orden a través de la Contribución Refleja.