A los detenidos, torturados y desaparecidos de América Latina y del mundo. A las miles de personas que ofrendaron su vida por construir sociedades más justas, más solidarias. A los centenares de familias que aún sufren la pérdida de hijos, padres, hermanos, hermanas, amigos, compañeros. A los que no han perdido la sensibilidad por el dolor propio o ajeno y siguen creyendo en las utopías.
dónde estará José
el brazo mayor de Juan de Tena
el mejor carpintero del pueblo
armará mesas y sillas
con los huesos rotos de los esqueletos vecinos
y Joaquín Ortega
en qué angostura opaca reposará su estatura de pino
anclaría sobre tierra firme
y afloraría entre la yerba
como quilla de barcaza herida
su esternón interoceánico
y Octavio
el hermano de Berta
el hijo del talabartero Ramón
el primer maestro graduado del pueblo
qué lecciones dará
hablará
de los misterios de la vida
de las luchas de los hombres
y del salto del conejo
con las misma facilidad
con que hablaba
de la muerte
y Prudencio
mi compañero de escuela
ese flaco
que no hacía ni sombra
parecía una hebra de hilo agredida por el viento
dónde encallaría
su carne ausente
su pálido esqueleto
inundado de huesos
y esperanzas
y Rodolfo
mi compañero de colegio
al borde de qué hondonada
en la garganta de qué abismo
reposarán sus sueños
su inocencia
su ternura
o en la ribera de qué río de aguas turbulentas
esperará a Caronte
para que lo haga llegar a la otra orilla
y Oswaldo
mi amigo de la infancia
estará anclado en el lomo azul de alguna colina
desde donde contempla – desplayarse el mar-
o habrá sido su cuerpo pasto de las balas
carne de los zopilotes
y yacerá con los dientes calcinados
-dura la risa de su calavera-
en la dura piel de algún despeñadero
y Martín Rodríguez
dónde andará
con su cara triste
encontraría
al fin
alguna sonrisa
para colgársela
en la punta de la lengua
al borde de los labios
a los lados de la cara
para mirar la muerte con los juveniles ojos de la vida
qué habrá sido
del cartero Julián
desapareció una mañana
durante un eclipse solar
y ante el asombro
de todo el pueblo
dicen que Dios lo castigó
por repartir cartas indebidas
que mandó
sus ángeles de la guarda
dicen
durante un eclipse solar
y ante la asombro de todo el mundo
brotarán acaso sobres
y sellos de sus manos
serán sus dedos
un manantial
de mariposas mensajeras
y Pedro
pedrucho
la oveja negra de la familia
renunció muy joven a la herencia
y a las becas familiares
(se marchó de casa a las dieciséis
de pantalones chingos todavía
la cabeza echando fuego)
en la espalda de qué montaña
en qué roquerío desnudo
reposarán sus coléricos ardores
en la orilla de qué río
sembraría el germen de sus luchas
dónde estará Susana Armijo
la menor de las hijas de Tomás Armijo y Joaquina Baires
tenía un cuerpo que obligaba al silencio
y una larga cabellera
que le caía dócil y ondulante
como una catarata
unos ojos tan bellos
que con solo verlos endulzaban la vida y sus caminos
qué habrá sido esa rosa carnal
que se marchitó a los diecisiete
y Berta la niña mimada de los Agurcia
la del maquillaje perfecto
que quedaría de sus vestidos importados
de sus raros encajes bordados a mano
de su insustituible cara de muñeca extranjera
será su rostro postizo una estúpida máscara de polvo
frágil como el polen maduro
Y Silvia
mi primera novia
recordará mis húmedas caricias
cuando los gusanos transitan sus múltiples caminos
con el desesperado ardor
con que yo me apoderaba de sus espacios prohibidos
le morderán los labios
naufragarán en su mina de placer
en su calle de débil angostura
escalarían sus montículos de miel
y beberían hasta saciarse como de una fuente encantada
qué quedará del redondo sello de sus labios
de sus grandes ojos negros
donde naufragaba la noche
harán surgir
ventanas hacia el mar
conspirarán
contra la sombra todavía
nacerá
el arcoíris
de sus amplios agujeros
qué habrá sido de Tiburcio Carías
y sus más cercanos colaboradores
sobrevivirá algún vestigio de su sombra
algún vestigio de su gloria
qué quedará de esa
presencia de poder
que irradiaba su cuerpo monumental
en qué cementerio
estarán exiliados
todos sus enemigos políticos
a través de qué sendas subterráneas viajará
en algún ataúd blindado
para que no lo sorprenda la vida
como muchas veces lo quiso sorprender la muerte
en la esquina menos pensaba
en el sitio menos probable
y a la hora menos indicada
será oscuro y fúnebre como su acorazado negro
desde donde ordenaba la muerte de sus paisanos
y la comida de sus canarios
qué habrá pasado
con todos los verdugos
conservarán los huesos íntegros
morirían todos de muerte natural
o seguirán todos inmunes
que los gusanos
habrán huido
entre la bruma y el espanto
a buscar otros cadáveres
dónde andará
don Luis castillo
violín al hombro
tejiendo canciones
con su varita mágica
haciendo buena
la noche buena
y Víctor Cáceres
el cantor
qué hará
para hacer la muerte más llevadera
y Enrique Hernández
el bañil
el maistro quique
como le decían
hizo todos los mausoleos
menos el suyo
la muerte
lo sorprendió
trabajando ajeno
construirá sueños
con su cuchara albañilera
y Leonor castillo
la costurera
tejerá mortajas
con sus falanges
qué pantomimas
hará queriendo remendar
los huesos rotos de los muertos vecinos
y Toribio
el santero
andará de cementerio en cementerio
recetando la fórmula
de la muerte eterna
que será de josefino Ulloa
el sacristán
se hizo viejo
tocando las campanas
encendiendo
las velas del altar mayor
recogiendo la limosna
los domingos
por la tarde
se le oscureció
la mirada
antes de los cuarenta
a los cincuenta
la barba se le pobló de telarañas
y le aparecieron musgos en la piel
estará en el seno del señor
la niña Ramona
llenó la iglesia
con hermosas vírgenes de palo
y cuando el sacristán
estaba enfermo
ayudaba a oficiar la misa
será su esqueleto un campo inexplorado
por las lagartijas
crecerían líquenes
sobre su vientre de pedernal
qué habrá ocurrido con su cinturón de castidad
lo devoraría el óxido
la protegería
de la voracidad de los gusanos
y los malos pensamientos
conocería los placeres de la carne
cuando ya no le quedaban si no huesos
quedará
por lo menos
un reguero de polvo
de su cuerpo maltrecho
dónde estará Ricardo Flores
el soldado
partió a la guerra
entre los discursos
de los gobernantes
y las bendiciones del obispo
y el llanto de las madres
regresó su nombre
en la piel de una placa metálica
y en el rostro de una medalla
que su madre cambió
por dos arrobas de frijoles
en la tienda del turco Simón
en qué fosa común
quedarían amontonados
sus dieciséis años
no cumplidos
junto a muchos que no conocía ni odiaba
qué será de Pompilio
el poeta del pueblo
qué haría
con las ocho resmas de papel
que le acomodaron
en su caja metálica
se les terminaría la tinta
a los doce bolígrafos
que le colocaron
en su guayabera blanca
tendrá en su tumba el mismo rótulo que tenía en su casa:
«se hacen y se reparan versos»
conservará su repertorio de poemas de ocasión
declamará sus clásicas
octavas reales
qué le ocurriría
a sus treinta y cuatro mil poemas
enterrados a su izquierda
en una caja tres veces más grande que la suya
tropezarían las polillas
con esa inesperada
mina de versos
dónde estará
el cura Anselmo
de qué hará esos
bocaditos pálidos
que no se deben masticar
se libraría
al fin
de la tentación de la carne
no sufrirá ahora
por la tentación de los huesos
donde están todos
carajo
Juancito
el cojo
Amílcar
el peluquero
Sergio Madrid
el sastre
doña tina Martínez
la partera
don Nayo
el zapatero
Justiniano
el que hacía de médico
y Domingo Rodríguez
el enterrador
dónde están todos
carajo
dónde quedarían
los despojos de Julián
y Ana maría Bustillo
los huesos rotos de Manfredo
con su reguero de vértebras
y su mirada superlativa
dónde estará
la calavera de Alberto
despoblada de aliento
y llenas sus ranuras
de orquídeas en flor
reconocería Tomás
su propia calavera
cuando despertó
mucho después
de la muerte y la tortura
reconocería ese rincón
de ausencia
que le crecía bajo el pecho
reconocería
ese oscuro nudo de silencios
que se anidaba bajo la lengua
sus dedos enraizados
bajo la tierra
su nombre
creciendo verde
entre la maleza
y los malos espíritus
o serán todos
un solo cuerpo
le importará a Juan
tener los brazos de José
o lo que queda de ellos
y a José
tener los húmeros de Mirtila
y a Mirtila
los fémures de Ruth
y a Ruth
las costillas de Juan
les importará
no distinguir
sus partes más elementales
el principio y fin
de sus huesos enmohecidos
por el odio y las aguas subterráneas
les importará
tener que limpiarse
la pegajosa tierra
con una mano ajena
les importará
estar confundidos
como en una especie
de orgía perpetua
qué quedará de todos
carajo
de Esteban el borracho
de su trayectoria
de ilustre bebedor
llevará su nombre
alguna cantina
llevará el nombre
de Jesús Trejo
el asesino
alguna calle
de mala muerte
dónde están todos
acaso han hecho de la muerte
algo más bello que la vida
algo más noble que la noche
que el rostro de un despeñadero
acaso ha dejado de importarles el brillo del oro
su nombre
casi sin cuerpo
su piel desplumada
su amarillo total
acaso crecen
verdes entre la yerba
y alargan su aliento entre las flores nuevas
y yo
desde mi rincón
nos los alcanzo
qué quedará de todos
la marca de qué pasos
el canto de qué música
se empoza
en la memoria de las cosas
qué sombra desnuda
se enreda
en el rostro de los astros
qué signos crecen
bajo la tierra
donde se maduran
los huesos
los nombres de todos
donde se añora el mar
mar azul
por la mañana
verde mar
cuando la tarde muere
mar
de todos formas
cuando amanece
mar sin mar
en tierra firme
y floja la risa
se seca al viento
viento sin alas
el de la muerte
viento sin cuerpo
bajo las cruces
aire desnudo
sobre las tumbas
tumbas sin nombres
las de la guerra
fosas comunes
las clandestinas
fosas sin fondo
las de la mar…
dónde están todos
carajo
dónde
Jorge Luis Oviedo (1984)