EDITORIAL.- El negocio redondo de la industria farmacéutica en tiempos del COVID-19
Así como las aves de carroña se alimentan de la pudrición y la industria armamentista necesita de la guerra para lucrarse de la venta de armas, también la industria farmacéutica necesita de las enfermedades para hacer su negocio redondo con la comercialización de medicamentos.
Si se miran de cerca los corrompidos intereses de los emporios creados por las empresas farmacéuticas, éstas son lo más parecido a los buitres, pero no en sentido de conservar cierta higiene del ambiente, de remover los animales muertos, los cadáveres, sino en que obtienen inmensas fortunas a causa de la falta de espacios saludables que actúan en detrimento del bienestar de los seres humanos.
La industria farmacéutica vería disminuido sus ingresos si la mayoría de la población estuviera habitando en ambientes y condiciones de plena salud, pero como se sabe la gente consume medicamentos para tratar las enfermedades que muchas ocasiones se las produce el mundo enfermo.
Ese salvajismo de la industria farmacéutica ha saltado a los ojos en estos tiempos de crisis desatada por la pandemia del COVID-19. Las grandes compañías farmacéuticas como Pfizer se oponen a liberar las patentes a fin de masificar el uso de dicho fármaco en el tratamiento del nuevo coronavirus en los países de renta media y baja, en regiones como América Latina y África Subsahariana.
Con la aparición del COVID-19, las seis grandes empresas farmacéuticas mundiales ganaron alrededor de 350.000 millones de dólares.
Desde el 2020 al 2021, las empresas farmacéuticas aumentaron en un 50% el valor de sus acciones. Pfizer, Johnson & Johnson, AstraZeneca, Moderna, BioNTech y Novavax pasaron de tener a principios de 2020 un valor de mercado de 697.000 millones de dólares a 1 billón de dólares a fines de 2021.
Mientras las empresas farmacéuticas amasaron inmensas fortunas, el colapso económico causado por el COVID-19 enviaba al fondo de la pobreza extrema a 100 millones de personas en todo el mundo.
Para el año 2021 la pandemia ya había cobrado la vida de más de 2 millones de personas en todo el mundo, pero Pfizer Inc. tenía previsto vender 15 mil millones de dólares en vacunas contra el COVID-19, sin embargo, vendió 36,800 millones y aspiraba a suministrar para el mismo año unos 2 mil millones de dosis. Alcanzó a producir más de 3 mil millones.
Para el año 2022, Pfizer pretende vender 54 mil millones de dólares en vacunas y píldoras contra el COVID-19. La venta de productos para el tratamiento del nuevo coronavirus podría representar para la compañía unos 100 mil millones de dólares, una suma sin precedentes.
Como se ve, la producción de medicamentos para el tratamiento del COVID-19 es un negocio para empresas farmacéuticas y millonarios. Por ejemplo, Albert Bourla es un destacado traficante de vacunas contra el COVID-19, es el CEO de Pfizer, acaso la más grande empresa farmacéutica. Alex Gorky es el CEO de la mundialmente famosa Johnson & Johnson. Pascal Sorriot es el CEO de la británica AstraZeneca, empresa que según Forbes es 237ª más rica del mundo, pero en realidad es 59ª. Stéphane Bancel es el CEO, es el dueño de una fortuna de 2.100 millones de dólares, del 9% de las acciones de Moderna y, de acuerso con Forbes, es el 1270° hombre más rico del mundo. Stanley C. Erck es el CEO de Novavax, logró negociar con Donald Trump 100 dosis de una futura vacuna por 1.900 millones de dólares. Uğur Şahin tiene ascendencia turca, es el CEO y fundador de BioNtech, está entre los 100 alemanes más ricos.
La privatización de la salud permite que las fortunas de los millonarios y la industria farmacéutica aumenten en tiempos de pandemia, mientras la pobreza extrema y las muertes se incrementan. Los mercaderes de la sanidad y los medicamentos para cuidarla solo buscan lucrarse; su actividad industrial es motivada por el ánimo de lucro. No anteponen salvar vidas sino sus fortunas; obtener astronómicas ganancias.
Las vacunas cubanas, chinas y rusas han dado prioridad a la sanidad y vida de los pueblos empobrecidos por encima de cualquier interés económico. Las patentes deben ser libres a fin de salvar la mayor cantidad de vida humana posible. La receta del sistema neoliberal intenta privatizar y privar a la gente de todo, incluso de su vida. La sanidad tiene que ser verdaderamente pública, los ciudadanos deben disfrutarlo a plenitud como un derecho humano real.