Hoteles de paso y ‘Cuarto con vistas’
Todos los hoteles del mundo son de paso. A saber. Nadie, o casi nadie, se queda a vivir en alguno de ellos por el resto de su vida, o por muy largas temporadas en las que se asienta el tiempo y la costumbre, como en una casa.
Por Joel Hernández Santiago*
*joelhsantiago@gmail.com
Hay hoteles de todos y para todos. Son como una galería de emociones, de posibilidades para el solaz o el trabajo; para sobrevivir al mundo y para encontrar el propio mundo. Los hay también de terror; de alegría, sobre todo, para distintos menesteres y distinto presupuesto. Tienen muchas puertas por las que todos pueden entrar. Tiene tantas habitaciones donde se puede estar cómodo, o alegre, o amoroso, o feliz… o acaso contrariado y hasta enojado… ¿por qué no?
Cuarto a cuarto. Habitación a habitación. Pasillos. Escaleras. Descansos. Recepciones. Jardines. Iluminación: Un hotel es un espacio infinito de sorpresas y de escape de lo cotidiano y también de aventuras. ¿Quién que ha estado en un hotel, cualquiera de ellos, no se siente en otra parte del mundo? ¿Quién al paso de desconocidos en aquellos pasillos que parecen interminables no les saludamos y ellos, por su parte, nos miran con interrogación y acaso buen talante?
¿Quién no llega expectante y es recibido o con una sonrisa o con una jeta monumental para registrarnos y decirnos que “somos bienvenidos”? Y para saber en qué hotel estamos hay distintos niveles de puntuación -o estrellas-, con los que se califica a los hoteles, según la mismísima industria hotelera mundial:
Los de Una estrella, que son los más elementales y de menos requisitos,pero también los más económicos; los de Dos estrellas, que tienen valor, pero nada excepcionales; o Tres estrellas, que ya tienen calidad y algo de gracia; Cuatro estrellas superiores y con más caché; Cinco estrellas son nivel excepcional. En México se agregó la calificación GL que es Gran Lujo. Y, aquí entre nos, también los hay “De un pico de estrella” …
Porque también en eso de los hoteles ‘hay clases sociales’-. Esto es así porque en ese registro estelar no muestran a los hostales que son pura habitación en casa compartida, ni las covachitas a orilla de playa y ¡Por Dios! no mencionan a los hoteles con aroma a “jabón chiquito” …
…Aquellos con un jaboncito de una rosa color de rosa o azul. Y también un champucito color de huevo envuelto en plástico y que se corta con los dientes. Gulp!
Son aquellos hoteles que pueblan grandes avenidas como la calzada de Tlalpan, en la ciudad de México… o en carreteras en la entrada de grandes ciudades: Motel il Quore, con luz neón de color rojo encendido como la pasión desenfrenada. Son los de “entras y te vas”, los llamados “Rapid Inn” y que han sido el refugio de amores que no se atreven a decir su nombre.(Lo dicen algunos amigos que han hecho estudios sociológicos ahí, ejem).
Son estos unos hoteles de clasificación incierta y sin apellido; generosos, discretos, amorosos y silenciosos. Son los que todos ven de reojo al paso, pero con cierta envidia o temor, depende. Están ahí para garantizar que la estancia sea Bonaire, con espejos arriba, abajo, a los lados, como si no fuera suficiente con la inmensa realidad de quien los habita por unas horas, minutos, segundos…
Pues eso: hay hoteles en el mundo para todos los gustos, necesidades y emociones. Se llega ahí por negocio, por trabajo, por vacaciones, por descanso momentáneo o porque simple y sencillamente se tenían ganas de cambiar de aires u olvidarse de tender las camas de la casa…
Porque eso sí. En los hoteles que son de tres estrellas para arriba existe el buen trato. La atención. El cuidado. Claro, los de cinco estrellas más que todos. Son aquellos que cuando uno pisa el mármol de sus pisos y sus alfombras, quisiera no tocar el suelo para no ensuciar lo pulcro e impoluto que se le mira. Es que sólo ahí se puede caminar como si estuviéramos en una película…
¿A poco no es usted de aquellos que veían, con ojos de envidia, los lujosos salones, los siempre relucientes pisos de madera; sus resplandecientes arañas y sus anticuadas casetas de playa de cara al Mediterráneo? Era el Hotel des Bains, en el Lido, en el que Thomas Mann se alojó en 1911 y que le inspiro la enorme novela ‘La muerte en Venecia’.
Y fue también allí donde, en 1971, y bajo las órdenes de Luchino Visconti, se filmó la casi homónima película, ‘Muerte en Venecia’, en la que se describe la pasión que un adolescente de la aristocracia polaca llamado Tadzio despierta en un atribulado compositor cincuentón…
Hay un hotel en el mundo que a más artistas ha alojado. Es el Hotel The Chelsea, en Nueva York. Tiene una larga e ilustre lista de huéspedes: Mark Twain, el de “Las aventuras de Tom Sawyer” …; también Leonardo Cohen el enorme compositor y poeta canadiense; el periodista Thomas Wolfe decía que no podía escribir más que encerrado en este hotel; Arthur Miller, Arthur Clarke y William Burroughs fueron otros de los huéspedes ahí…
¿Y qué tal el que está en la esquina de las calles del Obispo y los Mercaderes, en la Habana Vieja? ahí mero está el Hotel Ambos Mundos, donde se hospedó por casi siete años el escritor Ernest Hemingway, antes de comprar su casa en Cuba.
Y si de hoteles y escritores se trata, ahí está Marcel Proust el de “En busca del tiempo perdido”, quien era un gustoso de las cervezas del bar del Hotel Ritz en París, y que las tomaba en compañía de Scott Fitzgerald, que a su vez incluyó ambos (el hotel y el bar del hotel) en su novela “Suave es la noche” o muy lejos Stephen King quien aprovechó “extrañas” sensaciones y transfiguró el Hotel Stanley, de Colorado, EUA. en el espeluznante Hotel Overlook, escenario de la película de Kubrick “El resplandor” … ¡Horror!
Grandes escritores han realizado su obra en cuartos de hotel. El ambiente les apacigua, les da sensación de retiro y al mismo tiempo el solaz necesario luego del trabajo. Eran hoteles en donde también se encontraban con sus colegas en pasillos, en los restaurantes, en los bares o simple y sencillamente caminando por ahí. Ya hemos comentado el Hotel Chelsea en Nueva York en donde el encuentro entre personalidades era habitual.
En Europa había lugares frecuentados también por la clase intelectual. En Hoteles escribieron obra el ya dicho Proust, Agatha Christie escribió “Asesinato en el Orient Expres” en la habitación 411 del Hotel Pera, en Estambul. Oscar Wilde murió empobrecido y abandonado luego del juicio al que fue sometido por un jurado inglés: Fue en el Hotel d’Alsace. Uno de “quinta categoría” en el Barrio Latino de París.
En la antigüedad europea el alojamiento era una obligación social. Se recibía a los viajeros procedentes de otros lugares que no tenían un espacio seguro en donde hospedarse.
En el Imperio Romano, las posadas del camino alojaban a los altos funcionarios. Si eran muy grandes acogían también a otros viajeros de paso.
En la Edad Media el comercio resurgió, y con éste creció el número de posadas. Muchas de ellas estaban en monasterios e instituciones religiosas.
La Revolución Industrial supuso un cambio notable:‘Aparecieron los albergues, la mayoría en Inglaterra, ofreciendo un gran servicio. Existían rutas que unían la capital con las ciudades más importantes.’ Los albergues se situaban a lo largo de los caminos.
¿Y qué tal el siglo XIX? Comenzó la evolución de los medios de transporte, lo que activó el comercio. Con la llegada del ferrocarril y los barcos de vapor el turismo se súper incrementó ya que se redujo el tiempo de los desplazamientos. Y surgió una nueva generación de viajeros y se crearon hoteles tanto en ciudades como próximos a las estaciones de ferrocarril.
Y por esto, entre los siglos XIX y XX surgieron grandes hoteles de lujo. Vino el desarrollo del automóvil y el avión; se empezó a notar una gran competencia entre los distintos hoteles debido a que ofrecían mayor cantidad de servicios y calidades. El paso a paso de la hotelería ha sido notable… y costoso. Pero lo dicho: hay para todo y para todos.
Y es cierto: todos los hoteles son de paso. Pobres o ricos tienen un lugar dónde estar siempre que haya un “Cuarto con vistas” (E.M. Forster) Y siempre habrá que agradecer que al paso de los seres humanos haya ese techo, esa cama, esa privacidad provisional, aunque sean de “Un pico de estrella” o de Cinco estrellas con jacuzzi y muebles intocables…
Pero están ahí, para recibirnos, para halagarnos, para darnos el reposo del guerrero y para mirar atrás y mirar al frente mientras sentados a la orilla de la cama, somnolientos y listos para la aventura o para la responsabilidad, en todo casi desde ahí habremos de decidir lo trascendente, lo inconmensurable, lo que es y sí es: el baño revivificador y el desayuno milagroso: Carpe diem.