Espejito compañero…

“Espejito compañero, mírame qué triste estoy…”; “Soy espejo y me reflejo”; “¡Mírate en ese espejo… entiende!”; “Espejo de discordias”; “Es el espejo de tu vida”… Y tantos otros dichos que se dicen de uno de los inventos más queridos y odiados por el ser humano…

Por Joel Hernández Santiago*

*joelhsantiago@gmail.com

El espejo como reflejo exacto de la vida, testigo y cómplice de nuestros más íntimos secretos, de nuestras virtudes y nuestras perfidias, de nuestro pasado y presente, de nuestros sueños más recónditos que sólo a el espejo confiamos cada día, cada mañana, cada tarde o en los momentos de insomnio…

El espejo fiel compañero y amigo;ese objeto que parece inanimado pero que es nosotros, uno y uno, frente a frente, sin ningún secreto, nada que ocultar porque lo que está ahí, frente a nosotros, es nosotros frente a nosotros.

Y no miente. No engaña ni atenta contra la verdad. Si volviéramos a su cada día en reversa, veríamos cómo nos vio hace minutos, horas, días, semanas, años que parecían ser una vida pero que son muchas vidas registradas ahí, en ese espejo cotidiano…

El espejo que nos despierta por las mañanas, el que puede ir con nosotros, el que nos espera de tarde en tarde y cuando nos despedimos del día para dormir y descansar con el recuerdo del día ocurrido puesto ahí, en esa mirada eterna: Dichosos seres humanos que concebimos –alguien, entonces–, el milagro de la dualidad puesta al día.

Es el espejo de “Alicia en el país de las maravillas” porque Alicia se ve en el espejo de su recamara cuando, de pronto, como sin proponérselo, lo atraviesa y entra en un mundo de fantasía. Es un enorme tablero de ajedrez, donde la vida se convierte en un juego; Alicia, ahora como peón blanco, cruzará el tablero y así se transformará en reina. Bajo las enseñanzas de la malhumorada Reina Roja, Alicia emprende el fantástico viaje y conoce a los personajes más divertidos y estrafalarios…

Es el espejo de la reina-madrastra de Blanca Nieves, al que acude cada día para que alimente su vanidad y le repita y le repita y le repita que ella es la más bonita del reino… aunque un día, ese mismo espejo habrá de decir la verdad porque la pequeña hijastra, por su lozanía, por su frescura, por su bondad, dulzura y belleza es eso: la más bella del reino, lo que enfurece a la madrastra-bruja y habrá de desencadenarse la historia del ensueño y el rescate… Y es el ‘Espejo de Oesed’ de Harry Potter, el que refleja los deseos de quien se miraba en él.

Es uno de los espejos más fascinantes que se han pintado, el del artista holandés Jan van Eyck en “El matrimonio Arnolfini” (1434). Los esposos reflejados en un espejo convexo que representa al mundo entero, aquel mundo y aquella particularidad doméstica puesta en arte. Es el espejo el objeto central de aquel portento de ilusión y de expectativas, como también ocurre en “Las meninas” de Diego Velázquez.

Es el espejo que los aztecas vinculaban al dios Tezcatlipoca. Son los espejos que se elaboraban al pulir un vidrio volcánico de color negro, la obsidiana. Estos espejos eran usados para conectar el reino terrenal con lo etéreo, invocando al mismo Tezcatlipoca, que era el señor de la noche, la memoria ancestral y el recorrido vital: Sólo el espejo sabía el secreto de la vida, el dolor, la felicidad, la muerte.

Escriben sobre su propia obsesión en el espejo, Marcel Schwob, H.P. Lovecraft, Virginia Woolf, Isaac B. Singer, G. K. Chesterton, Goran Petrovic, Borges, Allan Poe, Walter de la Mare, Angela Carter, Bioy Casares o Giovanni Papini en cuyos textos el espejo ejerce una poderosa influencia y vitalidad, pero también temor y angustia.

En“Las metamorfosis” de Ovidio (año 8, dC), el poeta romano recrea el mito de Narciso, quien se asoma a un estanque y, enfrentado a un espejo de agua, se enamora de su propia imagen, con fatales consecuencias, pues al acercarse tanto a sí que cae y se ahoga.

Muchos años después lo mismo ocurre a la protagonista de “El espejo de Lida Sal”, de Miguel Ángel Asturias en el que una muchacha, en busca de un espejo para contemplarse con su traje de boda, se coloca en un risco sobre el mar; cae a las olas y se ahoga en su propio reflejo.

Dice Germán Arciniegas que “Un espejo tiene de ventana lo que podría llamarse la pared mágica que separa las estancias del tiempo. Quien se asoma al espejo deja del lado de acá el cuerpo. Lo que ve del otro lado es la imagen sin carne ni huesos.

“… Se sabe que del otro lado del espejo no hay sino imágenes, algo así como el alma de las cosas. Miradas, sonrisas. Los mexicanos tenían toda la razón al darle el espejo al muerto, porque iba a caminar como entre recuerdos.”

Entre los Mexicas, al enterrar a los grandes señores, colocaban en las urnas funerarias espejos que sirvieran a los muertos para orientarse en el laberinto de los caminos subterráneos que existen en el más allá. Eran espejos de hojas de obsidiana ode lava volcánica que los antiguos mexicanos pulían con total perfección, para mirarse en ellos.

Y a todo esto. ¿Cómo es que surgieron los espejos como creación humana para encontrarse en ellos y ser parte de ellos por años, por siglos…?

El espejo, del lat. Speculum, tal y como lo conocemos hoy se inventó en 1835 en Alemania. Fue el químico Justus Von Liebig quien desarrolló un proceso en el que se aplicaba una delgada capa de plata a una de las caras de un vidrio. Gracias a esta técnica de reproducción los espejos empezaron a multiplicarse de forma masiva en el mundo. Si. Pero…

Muchos siglos antes hubo distintos tipos de superficies que trataban de emitir reflejos. El hombre quería verse, entenderse y reconocerse como ser visible, vital y humano, precisamente.

Se sabe que fueron los habitantes de Anatolia, hoy Turquía, quienes hace ocho mil años inventaron los primeros espejos a partir de obsidiana pulida. La misma obsidiana que los mexicas utilizaban, también pulida, para verse y recorrer caminos desconocidos.

Entre los años 4,000 aC y 3,000 aC surgieron espejos fabricados de cobre pulido en Mesopotamia y Egipto. Mientras que en China y la India estos objetos se comenzaron a fabricar en bronce.

Si bien el vidrio se utilizaba para la fabricación de utensilios como botellas, copas y joyas, a través de las técnicas del moldeo y el soplado, los primeros espejos de cristal no aparecieron hasta el siglo XIV. Fueron los sopladores de vidrio de Venecia los que dieron con la primera fórmula que utilizaba el vidrio con este fin.

La ruta para la creación del espejo aumentaba en la medida en que el hombre  y  la mujer querían verse fuera de sí. Antes se identificaban por lo que les decían, cómo los veían otros. Acaso buscaban su rostro en estanques de agua y en espacios que podrían reflejarlos de forma casi exacta. Pero faltaba esa dimensión del sujeto y el brillo de los ojos, la luz de la sonrisa, el bajo mirar de la tristeza.

Los bustos de mármol y las pinturas de origen intentaban mostrar cómo era el personaje aludido.Las esculturas griegas o romanas eran eso. Y halago.Son obras de arte que nos legan el paso del tiempo y la semejanza entre los mortales.

Pero el espejo es nosotros y más. Y sin embargo una cosa queda pendiente. El espejo refleja lo que ve y las esencias de lo que ve; pero es un plano único, es un frente liso y sin las dimensiones absolutas del reflejado. No existe la espalda si estamos de frente, a menos que se dé la espalda al espejo, pero queda fuera el frente. Es un yo, y un segundo yo.

Eso es: un segundo yo en el espejo que nos mira y nos recuerda el paso del tiempo, el paso de nuestros sueños, el paso de nuestra vida que se agota frente a frente con el espejo para decirnos que un día estuvimos ahí, y nos quisimos y nos miramos con alegría, regocijo, orgullo, dignidad y que siempre será así, a pesar del tiempo que es tan insondable como nuestra sonrisa fiel o nuestra nostalgia.

“Estoy solo y no hay nadie en el espejo.” (Borges); “¿Le parece posible que se viva delante de un espejo que, a lo más, no satisfecho con devolvernos la imagen de nuestra misma expresión, nos la devuelva como una mueca irreconocible de nosotros mismos?” (Luigi Pirandello); “En fin, concluyó el inspector Cuenca, cuando terminé de leer el libro me acordé de que una vez le oí a un profesor en televisión que un libro es como un espejo y que no es uno el que lee los libros sino los libros los que lo leen a uno…” (Javier Cercas).

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